El día de la marmota

El día de la marmota
Gerónimo
Gerónimo
Fractional CTO
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Pronto se van a cumplir 4 años desde que el mundo cambió y el trabajo en remoto se volvió más popular. Al principio se adoptó como una forma de limitar el contacto social y lo cierto es que fue un instrumento muy efectivo. Nos distanciamos socialmente pero al mismo tiempo pudimos seguir trabajando y siendo productivos (a veces hasta más productivos), sin que se parase el mundo. De repente pasamos de perder hasta 2 horas en desplazarnos a la oficina a poder despertarnos diez minutos antes de que comenzase la jornada y empezar a trabajar en pijama, o al menos con camisa y pantalón de pijama. Y esto a su vez abrió un abanico de posibilidades: podíamos trabajar para empresas en otras geografías, tener reuniones con clientes sin tener que viajar, recibir paquetes de Amazon y al técnico de la lavadora y un largo etcétera. Es más, de pronto teníamos más tiempo que podíamos dedicar a ir al gimnasio, ocio, hobbies, disfrutar tiempo con amigos y familia, o incluso a trabajar más.

El teletrabajo tenía muchas ventajas, sin embargo, después de casi 4 años en los que prácticamente siempre he teletrabajado, puedo decir que no todo es tan bueno como parece. Si miro hacia atrás y trato de recordar días en los que he teletrabajado, me es bastante difícil. Puedo recordar alguna reunión, algún hito de proyecto importante, pero estos recuerdos son mucho más difusos que otros recuerdos anteriores, cuando iba a la oficina. Que mi memoria funcione peor para recordar días de teletrabajo que días en la oficina, me parece interesante y puede que tenga un significado más profundo.

Recuerdo que la primera vez que tuve una reunión presencial, después de casi 1 año de estar teletrabajando, la disfrute mucho, y no por el contenido de la reunión, sino por todas las sensaciones que sentí, y que llevaba un año sin sentir, pero lo más curioso es que tampoco era consciente de ello. Mirar a las personas sin una pantalla entre medias, sentir la energía de la sala y las personas, ver el lenguaje no verbal y no tener que hacer pausas artificiales, las conversaciones de antes y después, eran cosas que se habían vuelto extrañas. Todo esto simplemente no existe en el teletrabajo. Y lo curioso (o no) es que mi memoria recuerda mucho mejor estas reuniones presenciales.

Por otro lado, están todas esas cosas que ocurren alrededor del trabajo cuando vamos a la oficina: desayunar con compañeros, salir a comer, afterworks, hablar de lo que has hecho el fin de semana, es decir, relacionarnos. Con el teletrabajo total, todo esto desaparece. Pienso que el trabajo remoto hace que el trabajo se vuelva más mental, si cabe. Al fin y al cabo estamos encerrados en una sala, probablemente solos, mirando el mundo a través de una pantalla que, cuando se trata de relacionarnos con otras personas, sirve para hacernos llegar los mensajes verbales pero hace mucho más complicado acceder a toda la comunicación no verbal y emocional que está ocurriendo. Algunos pueden argumentar que lo de que el trabajo sea más mental, sobretodo para determinados trabajos de oficina, puede ser algo bueno, pues permite abstraernos de gran parte de los conflictos y problemas personales y emocionales, que son tan difíciles de gestionar, lo cual puede implicar un aumento de la productividad. Esta visión desde la óptica de la era industrial es perfecta, pues podemos funcionar mejor en el engranaje del sistema del que formamos parte. Sin embargo, esta forma de ver el mundo ha quedado desfasada, aunque muchos todavía sigan utilizándola.

La psicología ha demostrado la gran importancia de las emociones en la toma de decisiones, en la implicación con un proyecto y equipo, y en la movilización para la acción. Las emociones hacen que queramos trabajar y comprometernos con una visión, que conectemos con nuestros compañeros y nos sintamos parte del equipo. Y personalmente creo que el teletrabajo hace mucho más difícil establecer una conexión emocional con un proyecto, y con las personas que lo componen. Si las charlas que tenemos con nuestros compañeros se reducen a charlas de trabajo acerca del proyecto en curso, si no conocemos a nuestros líderes más que en su faceta ejecutiva, nos será más difícil conectar e implicarnos con un proyecto y a la primera de cambio, cuando veamos algo que no nos gusta o que no es como esperamos, podremos abrir linkedin y mirar cómo está el mercado. Después de todo, cambiar de empresa es tan sencillo como conectarse a un nuevo link de Zoom.

Con todo esto no estoy diciendo que el teletrabajo no tenga partes positivas, pues las tiene y no son pocas. Pero el teletrabajo total y la desconexión emocional que se produce no debería ser pasada por alto. Cabe preguntarse hasta que punto muchos de los problemas que estamos teniendo con el aumento de la rotación en las empresas, la falta de motivación e implicación, incluso la soledad y los trastornos mentales, pueden estar en mayor o menor medida relacionados con el aumento de los trabajos 100% remotos. Creo que opciones híbridas que combinen días de teletrabajo con días presenciales puede ser una mejor forma de trabajar, que nos permita ser productivos, concentrarnos, terminar proyectos, conciliar vida personal y profesional, a a la vez que construimos relaciones y nos comunicamos sin pantallas de por medio. Y esto es interesante para las empresas pero diría que es igual o más interesante para las personas, si no queremos vivir en un eterno día de la marmota.

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